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Grupos de
Ayuda Mutua

Grupos de ayuda mutua para supervivientes del suicidio creados desde nuestra experiencia personal. Ofrecemos acompañamiento, visibilidad y prevención para aliviar la soledad, promover la recuperación y mejorar la atención profesional.

Conoce a
Olga y Carlos

Somos Olga y Carlos, en Enero de 2015 nos convertimos en “supervivientes”, a la muerte por suicidio de nuestra única hija Ariadna, algo que a pesar de haber tenido experiencias previas por este tipo de fallecimiento cercanas, ni siquiera sabíamos que se llamaba así. 

Nuestra primera dificultad, o una muy llamativa, fue la negativa por parte del centro donde estudiaba nuestra hija Ariadna a reconocer el motivo real de la pérdida, ocultándoselo y descuidando el riesgo que esto suponía para otros afectados de primera línea como eran sus compañeros y amigos del centro.

Esta primera respuesta nos espoleó a invertir todo el esfuerzo posible por evitar que otra familia atravesara por una experiencia tan devastadora. “Aquellos eran ahora nuestros chicos”. Organizamos un encuentro con el resto de padres, que ayudó a descubrir otros cinco casos de menores del mismo centro en situación de riesgo, que afortunadamente evolucionaron favorablemente. “Somos el mejor ejemplo de que esto le puede pasar a cualquiera. No había una patología previa, y no sabíamos qué era lo que teníamos que ver”.

Como sabemos años después y hemos compartido con otros supervivientes y profesionales: «no solo no pudimos ver lo que nadie nos había enseñado ver, sino que en muchas ocasiones, la persona toma precauciones para evitar ser encontrado o interrumpido o no comparte su ideación para no hacer daño a sus seres queridos». Es algo que le sucede a la mayoría de los supervivientes y a la población general, incluso a muchos colectivos profesionales. Tal y como hemos ido descubriendo en nuestro propio trabajo de duelo y hemos conocido en tantas y tantas personas en nuestra situación, creemos que hay que incluir esta variable tan importante en esta ecuación en descarga de los sentimientos de culpa y responsabilidad tan característicos y frecuentes de los supervivientes.

Los primeros meses, literalmente: “vegetamos” en ese estado de shock que diferencia y caracteriza a los supervivientes tras esta pérdida, rumiamos sistemáticamente y buscamos explicaciones sumidos en el sempiterno “y si…”, y repasando los últimos días, semanas, meses: qué dijo, qué no dijo, qué no supimos ver…

Hace diez años, casi no se hablaba del suicidio, y no fue fácil encontrar profesionales adecuadamente formados, cuya atención pudiera ser lo continuada que se necesitaba. Tras el suicidio de nuestra hija Ariadna, necesitamos ayuda, tanto psicológica como de apoyo en el proceso de duelo, lo que encontramos no fue lo que necesitábamos en ese momento, faltaba formación y entrega. 

Hemos conocido otros supervivientes instalados en la queja permanentemente, o cuyo enfado desplazado hacia los servicios sanitarios, o contra Dios, o contra sí mismos, o contra cualquier otra “diana”, les impedían evolucionar e iniciar este proceso de inicio del duelo de una manera saludable, dolorosa, pero saludable.

Son muchas las experiencias que han marcado nuestra evolución, como el sentimiento de reciprocidad que ningún profesional ha sido capaz de “suplantar” al mirar a otros supervivientes a los ojos conscientes de que sufren tanto como tú. 

Dejar de buscar los “por qués”, (las respuestas, se las ha llevado con ella), darte cuenta de que lo importante es que nos falta lo que nos falta, y no la manera en que nos dejó, de lo que echamos de menos, no ocultar el motivo real de fallecimiento inventando ni ocultando la causa real y condenándonos a una cadena perpetua de mentiras, no dejar de hablar de ella, de sus gustos, preferencias, sueños e inquietudes, y cómo enfrentar los comentarios desafortunados que recibe un superviviente: “algo pasaría en esa casa para tomara esa decisión”, “¿y no notastéis nada raro”?

Todo lo vivido en primera persona, lo aprendido de otros supervivientes, y la experiencia acumulada en estos años, nos ha llevado a dar forma a este proyecto, acompañados de Pedro Martín-Barrajon en la sociedad que inauguramos ahora. Rodeados de compañeros y amigos, que han demostrado a través del tiempo su gran entrega, disponibilidad, y profesionalidad, como son los colaboradores de la que hoy denominamos nuestra “Tribu” de la prevención del suicidio.

Nuestro objetivo con esta alianza es continuar con esta labor de dar visibilidad al suicidio, ayudar a nuestros profesionales a mejorar la calidad de la atención a los supervivientes, tender una mano amiga a los afectados por este tipo de pérdidas y reducir su sensación de soledad e incomprensión, poder ofrecer el mejor acompañamiento posible y la escucha que necesita un superviviente, y a largo plazo: que los beneficios que pueda generar esta sociedad que hemos creado, sirvan para financiar una beca de formación con el nombre de Ariadna Soto Ramos, para contribuir a la prevención del Suicidio. 

Queremos que ese sea nuestro legado. 

“Con un solo caso al que lleguemos a tiempo, cualquier esfuerzo habrá valido la pena”

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